Los Albaneses en la Argentina: Relatos
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Estos relatos tienen la finalidad de reflejar hechos de la vida como era tiempo atrás, sin juzgar a nadie.

Los Ford T
1922 - En la chacra de Bedani, donde vivían los Mangini


Los Mangini habían comprado un Ford T, y al año siguiente compraron otro. En esa época en toda la ciudad de Junín había siete u ocho Ford Ts, un Peugeot de Bedani, el dueño del campo donde alquilaban los Mangini, y un Marmo que era de Pagella, el intendente de la ciudad. El campo de Bedani estaba a unos doce quilómetros de la ciudad. Los autos de todas las personas se podían reconocer a distancia por el ruido que hacían, dado que había tanto silencio en el ambiente.
De los muchachos de la familia Mangini, todos andaban en auto menos el tío Antonio, que andaba en sulky. Un día, decidió usar el auto. Se fue de la chacra a la ciudad a visitar a la abuela [Dilla] Payo, y llegó bien, dado que no había obstrucción en el tráfico. De vuelta, puso el auto en marcha y empezó su viaje de regreso. Mientras estaba manejando perdió el sombrero, y no paró por temor de no poder hacer arrancar el auto de nuevo. Desde ese entonces, nunca más manejó, a pesar de hacer posteriores intentos.
(Relato del Negro Mangini)

Yendo a la escuela
1923 - En la chacra de Bedani, donde vivían los Mangini

Un día los chicos tenían que ir a la escuela durante la carneada de chanchos. Tito, Luisa, Gazotti, Cholo y Negro iban en sulky a la escuela, comentando que tenían la mala suerte de ir a la escuela justo ese día. Gazotti dijo, "Nos quedamos, y vamos a tirar pedos con las vejigas." Para lograrlo, resolvieron parar el sulky, se bajaron, y empezaron a tirarse tierra el uno al otro. Volvieron a su casa, diciendo que por causa de tanto viento se habían ensuciado todos. La tía Vicenta los vio, les hizo sacar los guardapolvos, los sacudió lo mejor que pudo, les hizo lavar la cara, y los mandó de vuelta a la escuela.
(Relato del Negro Mangini)

La fiesta
1928 - En el campo de Vaccarezza, donde vivían los Mangini

Las hijas de un vecino vinieron a pedir harina. De vuelta a su casa, los chicos fueron a acompañar a las nenas para que pasaran el alambrado. Los chicos preguntaron, "¿Para qué quiere la harina tu mamá?" "Mi mamá va a hacer fiesta, pero no le digas nada a tu mamá y a tu papá porque a ustedes no los vamos a invitar!"
(Relato del Negro Mangini)

El asunto del chancho
1930-1935 - En una chacra cerca de la Ruta 7 en Junín

Un calabrés había faenado un chancho grande. Lo colgó, pero se le cayó al suelo. Inmediatamente empezó a lamentarse y a hacer aspavientos, diciendo entre otras cosas que se iba a ahorcar. Sus hijos, todavía chicos, lo escucharon, le creyeron y empezaron a llorar a moco tendido. Para este entonces, un tal Nigro, que había pasado por ahí para visitarlos, se encontró con el drama en pleno apogeo. Cuando preguntó cual era el motivo de la conmoción, los chicos le dijeron, "¡Papá se quiere ahorcar, papá se quiere ahorcar porque se le cayó el chancho!" -"¡Déjenlo que se cuelgue!" dijo ásperamente Nigro. El calabrés se paró en seco, y en un tono extremadamente ofendido, le contestó al visitante, "¡Usté' no se meta en cosas de familia!"
(Relato del Negro Mangini)

La librería de Blaiotta
1930-1950 (fechas aproximadas) - En Junín

La librería de Blaiotta estaba en la esquina suroeste de España y Roque Sáenz Peña. Se vendían libros y todo tipo de útiles para la escuela. Era una librería muy bien surtida. El señor Blaiotta era amigo de la Abuela (Dilla) Payo (Pace). Cuando la abuela lo iba a visitar, siempre hablaban en albanés. Blaiotta era un hombre alto, robusto, y siempre bien vestido.
(Relato del Negro Mangini)

Odiseas de tránsito
1935/36 - En Junín (Villa Belgrano)
Domingo P_______ le compró un auto inglés (Hillman) a Míster Black, que era un jefe de Talleres. Después le pidió al Negro Mangini que le enseñara a manejar. Era invierno. Recibió lecciones para manejar por dos días, y al tercer día, en vez de venir para la lección siguiente, decidió salir solo con la familia. Salieron, saludando al Negro de paso. A las dos cuadras, como hacía frío, quizo cerrar la ventanilla del auto, olvidándose que él era el conductor. Dejó el volante libre, y se llevó por delante a dos personas. El Negro los vio pasar a toda velocidad de vuelta para el hospital, con uno de los atropellados al volante, conduciendo al otro al hospital.
Un día, cuando ya se suponía que había aprendido, el mismo invitó al "Turco" Ch____ y al Negro para dar una vuelta. Todas las calles de Villa Belgrano eran de arena. Había huellas profundas marcadas, a consecuencia de ser usadas por carros de caballos y automóbiles. Era muy difícil entrar o salir de ellas. El vehículo dobló en calle Sáenz Peña hacia la ruta 188. Adelante, a dos cuadras, iba una jardinera en la misma dirección. El auto era más veloz que la jardinera, así que se empezó a acercar paulatinamente. A medida que se acercaban, Ch____ le decía, "¡Don Domingo, cuidado la jardinera!" varias veces, hasta que el conductor se cansó de escucharlo, y le dijo, "¡Déjeme de jo___!" La distracción le costó cara, porque atropelló la jardinera, y la hizo volcar, debiendo después pagar los gastos de arreglo.
Otro día, Don Domingo andaba por la calle Primera Junta, manejando como en esa época por la izquierda. Cuando estaba por llegar a calle Emilio Mitre, un Chevrolet '36 dio la vuelta a alta velocidad, metiéndose temporariamente en contramano, pero el conductor se corrigió inmediatamente para ir a su propia mano. Don Domingo, abatatado, se corrió a la mano contraria, con la consecuencia que los dos vehículos chocaron de frente. Esa fue la última vez que manejó. "Lo vendí porque siempre tengo razón, y todavía tengo que pagar yo."
Ch___ se compró un Ford T propio, y como tantos, primero se compró el auto y después trató de aprender a manejar. El día que lo compró se lo entregaron, y vino hacia su casa. Como no sabía como usar el freno, estaba dando vueltas a la manzana. Cada vez que pasaba, le pedía a su hijo Cholo que le abriera el portón de su casa. Con pánico, cuando vio el portón abierto, en vez de apretar el freno, tiró hacia sí mismo el volante, mientras decía "¡Shhh!" como si fuera un caballo. Así fue que apareció en la casa de los Mangini, después de haber volteado el tapial.
(Relato del Negro Mangini)

Altercados en lo de Pentolini
1939 - Partido de Leandro N. Alem

Los hermanos Pentolini, italianos, tenían un negocio de ramos generales cerca de la estación de trenes de Las Parvas, en el medio del campo. El Cholo Mancini trabajaba para ellos en el local. El Negro trabajaba en la fábrica de escobas de Cándido Santos también en Alem.
P____ Santos era una chica muy bonita, hija del dueño. Cholo siempre venía a visitar con el menor de los Pentolini, quien estaba enamorado de P____. Con el pretexto de ver a la joven, los muchachos venían a visitar al Negro. Un día, cuando vinieron como en tantos otros domingos, la P____ les sirvió un vasito de licor, y Pentolini no lo aceptó, diciendo, "No, gracias, porque me voy a poner in pedo, y cuando me pongo in pedo, se me da para pedir plata." Cuando estaba por irse, le dijo, "Yo estoy vendiendo una rifa para una máquina de coser. ¿Por qué no me compra una? ¡A lo mejor tiene oq__te y se la saca!"
A veces, cuando el Cholo no podía salir, porque estaba trabajando, el Negro lo iba a visitar, especialmente en la época de juntar maíz. Como se necesitaba más mano de obra, se empleaban a los puntanos de San Luis. Los domingos venían al negocio de Pentolini, se emborrachaban, y buscaban pelea. Un día, un borracho le pidió a Cholo cinco centavos de queso. El Cholo le dijo que no le podía dar queso por ese precio, y cuando el borracho insistió, le cortó una tajadita de queso finita como un papel, y se la trajo. El puntano se enojó y dijo, "¡Yo no lo voy a agarrar ese queso!" Cholo estaba acercando la mano hacia el queso para sacarlo sin incidentes, cuando un viejito que tenía un poncho y un rebenque, le dijo, "¡No lo agarre, amigo!" El puntano sacó el cuchillo y empezó a pelear con el viejito, que se defendía como gato panza arriba con el palo del rebenque. Tres puntanos más se unieron al primero con respectivos cuchillos, todos contra el viejito. El mayor de los Pentolini vio que el viejito llevaba las de perder, y agarró un palo de hacha. Los hombres estaban peleando cerca de una de las puertas del negocio. La dinámica de la pelea fue así: Cuando el viejito les daba un rebencazo, los puntanos se echaban para atrás y aparecían en la puerta. Pentolini, que era un hombre grandote, los esperaba afuera, y con el palo del hacha les daba el garrotazo en la cabeza, desmayándolos y tirándolos de la ropa antes de que cayeran. Al mismo tiempo los largaba afuera. La acción se repitió hasta que los cuatro puntanos terminaron tirados en la calle.

En la propiedad de Pentolini, cerca del boliche, también vivía con su mujer un hombre muy alto que trabajaba en los galpones de carga de Las Parvas. Tenían una casilla con un patio frontal techado. La casilla estaba emplazada sobre ruedas, a una altura de medio metro sobre el nivel del suelo. El hombre era tan alto, que cuando su mujer le lavaba la cabeza, ella se paraba en el piso de la casilla, y él en el suelo, para que ella pudiera alcanzar.
Ese hombre había hecho un cuchillo a su medida, con elástico de acero, y una hoja de cerca de medio metro de largo por diez centímetros de ancho. A menudo jugaba a las bochas con los puntanos por cerveza. Un día, los puntanos estaban perdiendo, y uno de ellos agarró una bocha y se la tiró tratando de herirlo en la cabeza. Erró. El hombre se enojó y sacó el cuchillo, empezando a pelear contra todos. Con el cuchillo les pegó de plano en la cabeza, y los derribó uno a uno, arrastrándolos y haciendo con ellos una pila. Ese domingo nadie se emborrachó.
(Relato del Negro Mangini)

Los ladrones
1940 - En el campo de Bedani, donde vivían Miguel y Antonio Mancini

Una noche, llegaron a eso de las dos de la mañana tres individuos pidiendo kerosén o gasolina para hacer andar su auto. Carmelo Calabró, un viejito que paraba ahí cuando se hacía noche (Don Carmelo compraba huevos y gallinas y vendía mercadería), salió con la escopeta y empezó a vigilar. En ese momento, pasaron otros vecinos por ahí y viendo la escena, se creyeron que alguien estaba robando. Como estaban armados, enfocaron a todos con las luces del auto, se bajaron, y gritaron, "¡Manos arriba!" Dos de los hombres dispararon. Tío Miguel le dijo al que quedaba, "¿Por qué dispararon cuando dijeron eso?" Y lo echó. Al día siguiente vino la policía, y resultó que los que habían pedido combustible eran ladrones que habían robado el auto en que viajaban.
(Relato del Negro Mangini)

© 2002-2005 Alicia Bodily
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