Ç'u bë, u bë; ç'u tha, u tha*
"Llargu fikut, Zot!" Un hombre, para saber a escondidas si su mujer lo quería o no, fingió
morirse. Lo colocaron en el cajón, y se lamentaron. El respiraba imperceptiblemente. La mujer también
fingió lamentarse con aparente dolor. Mientras pasaba el tiempo, a él empezó a darle miedo, pero no
dijo nada. Después del funeral, se formó el cortejo para llevarlo al cementerio, con el cajón
destapado, como de costumbre. Cuando pasó por una planta de higo que crecía en la calle, el hombre se levantó
y se aferró al higo. La mujer lo vio, y fingió estar contenta porque su marido había dado prueba de
estar vivo.
Lárgu fícut, s[suena como un zumbido de abejas]ót! té mós t' béñ[semimuda, como en bah!] sí viét! Narrador: Emanuele Giordano - Proverbio proveniente de "Zëri i Arbrëshvet" N. 14 |
Los cajones, por cautela, permanecían abiertos en la iglesia, mientras se celebraba el funeral, y por cinco o seis horas después de ser llevado al cementerio. Hasta los años '30 del siglo pasado, todavía se podía ver en Frascineto a alguna mujer servicial caminando hacia el camposanto, llevando bajo el brazo un pequeño ataúd con el nene muerto adentro. Lo acompañaban también familiares y amigos. Si el difunto era de Eianina, el cortejo fúnebre partía de la iglesia de Eianina, se pasaba por vía Roma [la calle principal], que atravesaba el centro de Frascineto, y después lo llevaban al cementerio, que está a unos 300-400 metros de distancia de Frascineto. Arriba, se ve la cripta de la Iglesia Madre de Mormanno en provincia de Cosenza. A los muertos inicialmente los bajaban y acomodaban en la cripta, pero cuando el espacio continuó llenándose, simplemente se dejaban caer, en ambos casos abriendo una cobertura horizontal, que entonces era de madera, ahora reemplazada con un vidrio transparente (Véase la parte superior de las escaleras de la derecha). La abertura se encuentra a la derecha e inmediatamente enfrente del altar mayor de la iglesia. La cripta servía como tumba y como osario. Los huesos que se encontraron en la cripta reposan actualmente en el cementerio local de Mormanno. En la antigüedad, los difuntos se sepultaban de esta manera: En una iglesia que tenía una cripta, como en San Pietro en Frascineto, una vez concluído el funeral, y después de asegurarse que la persona estaba realmente muerta, se abría el portijo al ras del suelo, que conectaba con la cripta, y se dejaba caer el ataúd sobre los otros que ya estaban ahí. Solamente las personas de las clases sociales más altas se sepelían en las tumbas en secciones determinadas en el sótano de la iglesia, o se excavaba una fosa individual, que después quedaba bajo el pavimento. Generalmente los cementerios quedaban alrededor del perímetro de la iglesia. A menudo se espolvoreaba abundante cal como desinfectante. A algunos los enterraban también en el campo. En las zonas de Santa Lucía, Santa Bárbara y en otros puntos, se han descubierto jarros para agua al lado de los huesos, y objetos personales que los difuntos usaban en vida. (Fuentes: Papas Emanuele Giordano de Eianina, Don Peppino Oliva, párroco de Mormanno, visitas personales a las iglesias, documentación fotográfica, informaciones de los registros parrocchiales de la zona, actas notariales.) |
Moti shkon e hera qaset*
Casi terminan dos en un ataúd Era un día frío. Un hombre que había pasado por la iglesia del cementerio encontró un cajón destapado. Poco tiempo después se encontró con sus amigos, y les dijo que alguien tenía que ponerle la tapa al cajón. -"¿Quién es capaz de ir a ver al muerto y clavar el clavo grande al pie del cajón?" -"Voy yo a clavar el clavo", dijo uno. Cogió el clavo, un martillo, se puso su capa, y se fue al cementerio. Con un poco de miedo, empezó a martillar para poner el clavo en su lugar. Por error, y por apuro, al momento de clavarlo, no se dio cuenta de que entre el ataúd y el clavo quedó fijo también el borde de la capa. Por eso, cuando terminó su tarea, y trató de irse, el clavo tiró la capa anclada al ataúd. El hombre se asustó tanto, que casi se murió! Con las pocas fuerzas que le quedaban, se escapó del lugar tan rápido como sus piernas le permitieron, pensando que el muerto se quería quedar con su capa. Narrador: Emanuele Giordano - Proverbio proveniente de "Zëri i Arbrëshvet" N. 14 |
© 2004 Alicia Bodily
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